martes, 25 de enero de 2011

~ Capítulo 1 // Primera Parte

No entiendo por qué soy así. Por que me entusiasmo tanto al principio y luego simplemente, pierdo todo el interés. Y lo peor es que, aunque fracase una y otra vez, las esperanzas de encontrar al amor de mi vida se recuperan y florecen antes de que incluso yo, haya olvidado el ultimo chasco.

- Eres como una niña pequeña que trata de encontrar la muñequita perfecta en una gran tienda de juguetes. Te ciegas tanto en tu propia meta que no te das cuenta de que, quizá, estás en el sitio equivocado.

- Clara, ¿tú crees que algún día lo encontraré? ¿Crees que alguien conseguirá llenar ese vacío? 

- Ese alguien va a necesitar tener una buena y gran razón entre las piernas para llenarte a tí, tía. Eres tan ingenua y fantasiosa...

- Y tú una burra, Clara. Y tú una burra. 

Eran exactamente las 3:45 de la madrugada y no podía dormir. Mi conversación con Clara me había dado qué pensar. A su manera, Clara da buenos consejos. Es una buena amiga; -me dije a mí misma- de las mejores. Pero entonces, ¿quería decir eso que tenia que dejar a un lado mi fantasía y conformarme con la insulsa realidad? 
Llevaba tanto tiempo soñando con el príncipe azul que quizá no me había percatado de que alomejor yo no era exactamente una princesa.

A la mañana siguiente, sobre las 10:00, me levanto de un salto. Rebosaba de energía a pesar de no haber dormido muy bien esa noche. Era Sábado. 

Enchufo el calefactor del baño mientras el agua hirviendo llenaba la bañera, que poco a poco se iba escondiendo entre espuma y sales aromáticas. Hoy toca día de relax. Porque uno de esos largos baños, sumergida en tí misma y que solían durar un par de horas, era un plan irresistible para un despertar de Sábado. 
Hoy sería uno de esos días llenos de pequeñas cosas, de las que puedes dejar para otro momento: primero la compra, hacer la colada y ordenar la habitación. Después iré a regalarme un par de cosméticos y ha hacerme la cera. (Clara siempre decía que, al igual que los vaqueros del lejano Oeste, las pistolas de una mujer debían ir siempre cargadas: un par de balas de seguridad, una de locura, tres de ganas de vivir la vida y otra de calma. Y en la recámara: la cera, siempre lista). 


Hora de comer. Hoy estoy sola en casa. Mis padres, junto con mi hermano, un pre-adolescente con las hormonas revolucionadas, se habían ido a pasar el día a la playa. Me podría haber ido con ellos. La brisa del mar y la arena, a pesar de estar a finales de Enero, hubieran mejorado mi estado de ánimo. Últimamente estaba excesivamente nerviosa. Sabía lo que me esperaba. Nadie dijo que 2º de Bachillerato fuera fácil y ya veía asomar los primeros exámenes de este extenso y agotador 2º Trimestre. 
A pesar de ser consciente de que un día en la playa con la familia iba a resultar innovador, ideal para romper con la rutina diaria e incluso divertido, opté por quedarme sola en casa. Quizá lo que me hizo decantarme por esta opción fue pensar en que podría disfrutar de una dulce tranquilidad por primera vez en mucho tiempo. Dedicaré este día a mí misma; dejaría de lado el tema de los estudios. Tan solo por hoy, por este Sábado de este frío primer mes del año.

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